En 1890 Vicente Goicoechea (1854 – 1916) tomó posesión del cargo de Maestro de Capilla de la Catedral Metropolitana de Valladolid, en un momento en que la música sacra atravesaba, según muchas opiniones, un momento de grave decadencia. Goicoechea inició una honda labor de reforma que tendría una amplia repercusión en todo el territorio peninsular. Seguidor de cerca los movimientos restauradores de Solesmes y Ratisbona, adquirió una valiosa biblioteca musical y poco a poco fue introduciendo cambios en el repertorio de la catedral, incluyendo a los grandes autores del XVI – Morales, Palestrina y Victoria – y del XIX – Liszt y Gounod –. Asumió la instrucción musical del seminario, en el que creó una “Schola Cantorum” y estableció la enseñanza del canto gregoriano y de la polifonía clásica.
Su más importante campo de actuación fue sin embargo el de la creación. Compuso obras al margen de los gustos en boga y siguiendo las pautas de la polifonía clásica. Entre 1902 y 1904 vieron la luz sus obras más celebradas: «Oremus pro Pontífice», que más tarde transformaría en su popular «Ave María»; el salmo «Credidi», conocido en su versión del cántico «Benedictus»; su célebre «Misa en honor de la Inmaculada Concepción»; el grandioso salmo «Miserere» y el sentido responsorio «Christus factus est».
El respaldo definitivo a la labor de Goicoechea llegó en 1904, con el “Motu Propio” de San Pío X, en el que se establecían las bases para una reforma radical de la música sacra. Poco a poco varios compositores jóvenes como Nemesio Ontaño y José Mª Olaizola se irían incorporando a esta tarea.
Vicente Goicoechea gozó de gran prestigio y Valladolid se convirtió en centro del movimiento renovador de la iglesia española. Las ideas de aquel círculo reformista cuajaron en el primer Congreso de música Sagrada, celebrado en Valladolid en abril de 1907 en el que se decidió aplicar a nivel nacional lo que Goicoechea venía cumpliendo desde 1890.
Las claves estilísticas de la música de Goicoechea se resumen, según Virgili Blanquet, en “la profundidad de ideas, el interés armónico de algunos pasajes y los efectos grandiosos que obtiene en contraste con la simplicidad de recursos empleados y su lenguaje más bien tradicional”.
Vicente Goicoechea: la labor de un precursor
Programa
Primera Parte:
Miserere mei Deus
Lamentatio Jeremiae Prophetae
Segunda Parte:
Missa pro defunctis
(4 voces y órgano)
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