Wittenberg – 1517. La Reforma que transformó la música

Cuando a finales de 1517 el monje agustino Martin Lutero publicó sus noventa y cinco tesis en las puertas de la Iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, probablemente no era consciente de que inauguraba una nueva época con consecuencias que trascendieron la mera discusión litúrgica y teológica. Buena parte de la Historia de los últimos cinco siglos en Occidente está relacionada con la brecha abierta entre el mundo católico y el mundo protestante.

Lutero criticaba abiertamente las prácticas abusivas y sin justificación teológica sobre las indulgencias, y su intención inicial era fomentar la discusión y mejorar la Iglesia. Pero tras la incomprensión por parte del Papa y la jerarquía eclesiástica y su posterior excomunión y declaración de hereje, la brecha inicial llevó a la ruptura con la Iglesia católica y al nacimiento de la Iglesia Reformada.

Muy poco después, la mezcla de las ambiciones de poder con el alineamiento de príncipes y reyes, bien con la posición de Lutero bien con la ortodoxia de Roma, llevó a las interminables guerras de Religión que asolaron gran parte de Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII, como la Guerra de los 30 años.

El protestantismo tiene como pilar básico de su fe la Biblia, y su Teología descansa en tres principios generales: Sola Scriptura (la Biblia es la única máxima autoridad en temas de fe, moral y conciencia), Sola Fide (la fe en la obra expiatoria de Jesucristo es la única necesidad que tiene el ser humano para salvar su alma eterna de la condenación) y Solus Christus (únicamente Cristo es quien nos da la vida eterna).

Pero Lutero, que era músico y compositor también pensó que además de la Teología, la Música debía tener un papel prominente en la Iglesia y la Liturgia. Según Lutero, la música tiene como finalidad “que la Palabra de Dios permanezca viva en los corazones por medio de la canción”. De hecho la música es un elemento diferencial esencial en nuestros días entre la liturgia católica y la protestante. Así, las partes del proprium missae católico (Kyrie, Sanctus, Gloria…) se sustituyen por salmos, himnos y corales en la celebración luterana.

La composición paradigmática de la música litúrgica protestante es el coral. En su versión más básica es un texto en lengua vernácula (y no en latín), sobre una melodía sencilla, cantada a una sola voz o con una armonización simple y homofónica. La melodía del coral podía ser una melodía nueva o una ya existente (incluso profana). Generalmente la forma del coral es de tipo AAB, contiene dos repeticiones de una melodía (Stollen) seguidas de una melodía diferente (Abgesang). El coral recoge las principales diferencias de la música luterana con respecto a la de la liturgia católica:
* Empleo de lengua vernácula en lugar de latín, a fin de que sea entendible por el pueblo.
* Papel predominante del cántico de la Gemeinschaft (la comunidad congregacional)
* Música más sencilla que no aspira a ser ars perfecta (como la de la liturgia católica) y que no necesita un coro profesional para su ejecución.

El programa de este concierto ofrece una panorámica de la música realizada por compositores germánicos de la época. La piedra angular del programa es el coral símbolo de la Reforma Protestante: “Ein feste Burg ist unser Gott” (una fortaleza es nuestro Dios). En primer lugar se interpreta la melodía original, atribuida al propio Lutero y posteriormente, cerrando la primera parte, se interpreta la versión polifónica de Johann Walter (1496-1570), en donde la melodía del coral, que se encuentra en el tenor, actúa como cantus firmus para el brillante entramado polifónico del resto de voces. Walter fue el editor del primer libro de himnos luteranos, que contó con un prólogo del propio Lutero.

Hasta llegar a este coral el programa muestra piezas aún en línea con la liturgia católica, todas ellas con texto en latín. Así, el concierto se abre con el canto llano Virgo prudentissima, que se usa inmediatamente como cantus firmus y como motivo imitativo en el motete homónimo del neerlandés
Heinrich Isaac (c.1450-1517), que trabajó para la corte del emperador Maximiliano I.

Del suizo y discípulo de Isaac, Ludwig Senfl (1486-1542) se escuchará el salmo De profundis, a 5 voces y en estilo imitativo, no muy diferente al de los polifonistas renacentistas de la primera mitad del s. XVI. El mismo carácter contrapuntístico tienen Si bona suscepimus (a 6 voces), del austriaco Leonhard Lechner (1553-1606), deudor del estilo de Orlando de Lasso, así como Dixit Maria (a 4) de Hans Leo Hassler (1564-1612), músico ya protestante aunque escribiera piezas tanto para la liturgia católica como protestante.

Las obras de la segunda parte corresponden a los compositores de las “tres eses” alemanas: Schütz, Schein y Scheidt, todos ellos nacidos hacia 1585 y cuya producción musical se produce en la primera mitad del s. XVII, más de un siglo después del inicio de la Reforma, cuando la música protestante ha evolucionado de los sencillos corales e himnos a piezas más elaboradas y complejas, como los preludios corales o las pasiones, cuya evolución alcanzará su cumbre otro siglo después, con la figura de Bach.

Todas las obras elegidas tienen texto en alemán y presentan un estilo bastante más avanzado, tanto en textura como en complejidad armónica, con rasgos que muestran la transición al Barroco temprano, como la presencia del bajo continuo cuya realización instrumental es pertinente si se quiere obtener la plenitud sonora y armónica. Esto es en parte debido a la influencia en estos compositores de la Escuela Veneciana y las obras de Monteverdi.

Heinrich Schütz (1585-1672), considerado el más grande compositor alemán anterior a Bach, tiene el honor de abrir la segunda parte con Das Wort ward Fleisch (“ y el Verbo se hizo carne”), pieza a seis voces, en donde se siente la densidad ampulosa propia de la escuela Veneciana. También de Schütz es la pieza que cierra el concierto, Selig sind die Toten, con texto muy empleado en la liturgia funeraria protestante alemana, también a seis voces, en donde destaca el contraste entre bloques homofónicos solemnes con secciones contrapuntísticas imitativas.

Dos fragmentos del monumental Vater Unser (Padrenuestro) de Samuel Scheidt (1587-1654), que alterna fragmentos a 8 voces en doble coro con otras secciones de textura más ligera, junto con Ich lasse dich nicht y Zion spricht de Johann H. Schein (1586-1630) completan este programa panorámico acerca de la evolución de la música coral alrededor de la Reforma protestante.

Afortunadamente hace mucho tiempo que finalizaron las guerras de religión y que la música fue arma de batalla tanto de la Reforma como de la Contrarreforma. En los tiempos más ecuménicos de hoy en día disfrutemos de la oportunidad de escuchar y entender cómo los sucesos de Wittenberg transformaron la Música.

1ª PARTE
1. Virgo prudentissima (Canto Llano)
2. Virgo prudentissima (Heinrich Isaac)
3. De profundis (Ludwig Senfl)
4. Si bona suscepimus (Leonhard Lechner)
5. Dixit Maria (Hans Leo Hassler)
6. Ein feste Burg (Martin Luther)
7. Ein feste Burg (Johann Walter)

2ª PARTE
1. Das Wort ward Fleisch (Heinrich Schütz)
2. Ich lasse dich nicht (Johann H. Schein)
3. Vater unser: “Geheiligt werd der Name dein” (Samuel Scheidt)
4. Vater unser: “All unser Schuld vergib uns” (Samuel Scheidt)
5. Zion spricht (Johann H. Schein)
6. Selig sind die Toten (Heinrich Schütz)

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